Plínio Palhano
EL GUGGENHEIM, EL TACARUNA Y LA REALIDAD POSIBLE

Han sido necesarios 500 millones de dólares - oriundos, en gran medida, de empresas privadas - para la reestructuración de Bilbao, la cuarta más grande ciudad de España y el más importante puerto del país, debido a la interferencia urbanística y social provocada por el museo Guggenheim, inaugurado en octubre de 1997 en la calidad de estrella principal, y el movimiento para su instalación costó la suma de US$ 100 millones, bajo la mirada exigente del Tribunal Basco de Cuentas Públicas, que, además de estimar ese valor en US$ 131 millones, puso restricciones en cuanto a su acervo en la evaluación realizada por el museo mismo.

Todo el complejo de revitalización fue realizado en una nación con tradición milenaria y rica, que explora asimismo, y con mucha fuerza, el turismo como fuente de su economía. Se trata de una tierra fértil donde casi todos los proyectos relacionados a la cultura y al turismo tienen buenas chances de frutificar. Seguramente no ha sido tan sólo el interés de Bilbao en que allí se instalara un museo Guggenheim, sino que, esencialmente, era la administración del museo que conocía la plena viabilidad de su instalación en aquella ciudad. Luego del éxito y del marketing que se hace sobre esa experiencia en la ciudad española, según informaciones, hay más de cincuenta países interesados en la marca.

América Latina se encuentra en los objetivos del museo, con arreglo a lo que ha declarado su director, el todopoderoso Thomas Krens. Él lidera un equipo competente y bueno para los negocios, y que siempre está atento a resultados, sin perder tiempo en estrategias que puedan acarrear perjuicios: negocios son negocios. Y prueba que es excelente para obtener ganancias cuando logra convencer a la estatal rusa - el Museo Hermitage, de San Petersburgo - a ceder su importante colección de impresionistas y posimpresionistas arrebatada a los nazis por los stalinistas en la Segunda Guerra Mundial, para asociarse a las realizaciones del Guggenheim en una exposición conjunta con la de su acervo, realizada en abril y para formar parte de los proyectos de una filial norteamericana en Las Vegas.

En el caso de Brasil, ha ocurrido lo siguiente: con miras a exponer obras de artistas brasileños en su sede, en New York, con el objetivo de internacionalizar nuestra producción artística en la exposição Body and Soul, en septiembre, ha sido cobrada al país la bagatela de US$ 8 millones a título de renta. Eso fue una concesión para abrir el camino hacia futuras conversaciones y contratos para consolidar una filial en el país, más probablemente en Rio de Janeiro.

El museo constituye un equipo de gran porte con un acervo de alto valor histórico y artístico, además de obras de los artistas más importantes de los siglos XIX y XX, desde donde proviene su más elevado prestigio internacional. Cuenta asimismo con proyectos arquitectónicos posmodernos, obras de arte que interfieren en los paisajes urbanos contemporáneos, agregando elementos de poder a la conquista de donantes y de países ávidos por adquirir su marca, los cuales, si no disponen de carácter cultural para equilibrar la relación con aquel poder, que también es político y económico, serán tragados.

Como se sabe, el gobierno municipal [de Recife] y el estatal [de Pernambuco] se habían unido con miras a la posible instalación del museo Guggenheim en Recife, para lo cual contarían con recursos públicos (US$ 1.46 millón), que se destinarían al estudio de viabilidad, que será realizado por la Fundación del Museo. Hace días, retiró el gobierno estatal su participación, de modo que el interés de la inversión total quedó bajo la responsabilidad de la Alcaldía de Recife, que intentará sensibilizar a empresarios de Pernambuco para que se hagan cargo de la parte que le tocaría al gobierno del Estado. Al menos mientras estaban unidos en el mismo propósito, demostraron una nueva mentalidad política en cuanto al interés y al beneficio públicos, que contrarresta la mentalidad según la cual no es posible poner a un lado las ideologías en favor de objetivos mayores. Pero para tales objetivos mayores no hace falta pensar grande - tal como hacían los gobiernos militares, preocupados con sus obras de impacto -, sino pensar de manera viable y realista en el contexto que el Tercer (¿Sub?) Mundo nos ofrece con sus grandes problemas sociales y económicos.

Pero Recife no es Bilbao, sino que tiene sus características y necesidades propias, así como medios económicos diferenciados. Tiene, sí, también un puerto y un barrio antiguo con su expresiva arquitectura en cuya revitalizació se viene trabajando desde hace años, aunque ésta no ha sido debidamente concluida. ¿Por qué no concentrar recursos e ideas en esa parte de Recife? Tal como Lisboa y Bilbao, se podrían utilizar los almacenes de nuestro puerto y dinamizarlos de manera eficiente y competente para que fueran útiles a las distintas manifestaciones culturales, creando áreas de actuación para ferias de artesanías, galerías para exposiciones temporales de artes plásticas, teatros, cines, auditorios para encuentros y debates. Quizás US$ 1.46 millón fuera suficiente para impulsar ese proyecto, cuya viabilidad, casi segura, evitaría que nos hiciera falta una tutela para administrar los trabajos. Sería lo mismo que pasó con otros que ya han sido hechos, tales como el de la calle Bom Jesus, el de la plaza de la Torre Malakoff y el proyecto "Yo vi al mundo...", con las representativas esculturas de Francisco Brennand, y la apertura del Marco Cero, con la Rosa de los Vientos, de Cícero Dias. Esas realizaciones nos dan una idea del gran potencial en espera de concretarse. Si nos "limitáramos" a esa parte de Recife e hiciéramos tales trabajos con calidad - y son muchos - habríamos hecho una obra considerable para nuestra realidad económica y social. Y esa revitalización completa, armoniosa, seguramente atraería también más atención turística y cultural, inspirando otras empresas generadoras de recursos.

Más viable y real que el proyecto de instalación del museo norteamericano es el Complejo Cultural Tacaruna. El edificio es bellísimo, y lo único que necesita es una reforma que lo estructure según lo que exija el proyecto. Con el Barrio Antiguo completamente revitalizado, armonioso, y con la concreción del Tacaruna, Recife ganaría esa tan deseada visibilidad. Es elemental decir que quizás no tengamos condiciones ni siquiera para el Museo, que, en el caso de que fuera instalado, sería una especie de sucursal de una filial en alguna parte de Brasil, probablemente en Rio de Janeiro. Como quiera que sea, algo es cierto: crucemos los dedos para que, ante todo, se alcance en nuestra ciudad una realidad socialmente menos cruel y mucho más humana, que la vuelva bella y, por lo tanto, imponente por su equidad social. Sin embargo, muchas veces lo que idealizamos, aunque sea posible que se haga real, son cosas casi siempre pospuestas en el mundo de la política.